Periodista por vocación y hacedora de sueños por azar; así me gusta llamar a mi trabajo en producción, puede sonar raro, pero si le ponéis acento argentino suena genial. Desde siempre he sentido la necesidad de contar historias. De pequeña era la corresponsal del patio de la escuela, si había lío, ahí estaba yo para recoger testimonios, y si la cosa estaba tranquila, organizaba al personal e inventaba mis propios cuentos. Ahora, en este gran patio que es la vida, ¡ahora me gano la vida siendo niña!
De tanto leer he acabado por sacarles fallos a las páginas en blanco, además de suponer la base de mi aprendizaje vital y profesional. Lectora empedernida y muy tiquismiquis, he encontrado mi profesión ideal entre letras: cazar faltas de ortografía, comas de más, tildes de menos y errtas (*erratas) es mi batalla particular en pos de cuidar que las palabras digan lo que realmente quieren decir. Hacedora de sueños ahora, compositora de textos otrora, trabajo para que la comunicación escrita refleje el verdadero espíritu de los proyectos interesantes.
Crecí en esa época en la que tener un ordenador en casa era un privilegio. Y es que la sangre tira aún sin saberlo una misma; mi padre informático, mi abuelo dueño de una imprenta y un estudio de fotografía. Crecí dándole a las teclas sin ser consciente de que ya estaba dibujando mi futuro. Soy diseñadora y publicista con enfoque marketiniano. Hago malabares y creo ilusiones con Photoshop, Illustrator y lo que me pongas por delante.